Yoga para aliviar y prevenir molestias en el nervio ciático. Secuencias suaves y conscientes para liberar tensión, proteger la zona lumbar y devolver espacio al cuerpo.

El nervio ciático: un mensajero incómodo
El nervio ciático es el más largo y ancho del cuerpo humano. Recorre desde la zona lumbar, pasa por los glúteos y desciende por la parte posterior de la pierna. Cuando este nervio se irrita o comprime, aparecen molestias que pueden ir desde un hormigueo hasta un dolor intenso que limita el movimiento y altera la calidad de vida.
El yoga, practicado con cuidado y conciencia, es una herramienta eficaz para liberar tensiones en la zona lumbar, estirar suavemente los músculos que rodean el nervio y devolver movilidad sin agravar la irritación.
Posturas que alivian sin agredir
La clave en cualquier práctica para el nervio ciático es evitar posturas exigentes o agresivas. El objetivo no es forzar, sino abrir espacio y permitir que los tejidos recuperen su elasticidad. Flexiones suaves, torsiones accesibles y posturas restaurativas son grandes aliadas.
Movilizar las caderas con asanas como Malasana o Supta Baddha Konasana permite disminuir la compresión en la pelvis y reducir la tensión en los glúteos profundos, donde suele alojarse la irritación. Las posturas de extensión ligera como Setu Bandha Sarvangasana (puente suave) ayudan a crear espacio en la zona lumbar sin sobrecargar.
La respiración como herramienta de alivio
Una respiración pausada y profunda relaja el sistema nervioso y permite que el cuerpo suelte defensas innecesarias. Durante las posturas, enfocar la respiración en la zona lumbar y el bajo vientre ayuda a soltar rigideces que, muchas veces, acompañan al dolor ciático.
Dedicar unos minutos a respiraciones diafragmáticas, tumbado boca arriba con las rodillas flexionadas, favorece el descanso del nervio y disminuye la sensación de opresión.
Escuchar antes de moverse
Cada cuerpo vive el dolor de forma distinta. Por eso, antes de realizar cualquier secuencia, es fundamental observar las sensaciones. Si una postura genera dolor agudo o adormecimiento, hay que modificarla o evitarla. El yoga para el nervio ciático no busca llegar más lejos, sino habitarse con mayor respeto.
El arte está en encontrar los movimientos que alivian y descartar los que agravan. Y eso solo se descubre practicando con atención y paciencia.
Cuando moverse se vuelve medicina
Con una práctica adaptada, el yoga deja de ser solo ejercicio físico para convertirse en una herramienta terapéutica. Los movimientos lentos, las transiciones suaves y las pausas largas invitan al cuerpo a liberar memorias de tensión y a reconectar con el espacio interno.
La práctica no tiene que ser larga ni compleja. A veces, una secuencia breve de 15 minutos, bien guiada y respirada, tiene más valor que una clase entera realizada sin escucha.
El valor de la constancia
Para obtener resultados reales, no basta con practicar una vez cuando aparece el dolor. La constancia, aunque sea con sesiones cortas, enseña al cuerpo a mantenerse móvil y al sistema nervioso a relajarse.
Incorporar algunas posturas restaurativas al final del día, o dedicar unos minutos a movilizar caderas y columna al despertar, previene episodios de tensión y mejora la calidad de descanso.
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