El Silencio Entre Asanas: Espacios Que También Se Practican

Aprende a valorar el silencio entre posturas en tu práctica de yoga.

Lo que sucede en los huecos

En yoga solemos prestar mucha atención a las posturas, a su alineación, a su forma externa y a la sensación que generan en el cuerpo. Sin embargo, hay un espacio igual de importante que muchas veces pasa inadvertido: el que ocurre entre una postura y otra. Esos segundos, a veces mínimos, donde el cuerpo cambia de forma, la respiración se reacomoda y la mente tiene la oportunidad de escuchar. Son los silencios entre asanas. Y como en la música, a veces es en esos silencios donde se sostiene la verdadera armonía de la práctica.

El yoga no es solo lo que se ve. Es también —y sobre todo— lo que se siente. Y el silencio entre posturas es el lugar donde el cuerpo habla sin interferencias, donde puedes escuchar el eco de lo que hiciste y lo que vendrá. Ignorarlo es perderte la mitad de la práctica.

Espacios de integración

Cada postura deja una huella en el cuerpo. Moviliza energía, despierta sensaciones, activa memorias físicas y emocionales. Si no se da tiempo para integrar esa experiencia antes de pasar a la siguiente, la práctica se vuelve una sucesión de movimientos sin profundidad. Es en esos momentos intermedios, cuando sueltas una postura y antes de entrar en la próxima, donde todo lo que trabajaste encuentra su lugar.

Al permanecer unos instantes en quietud, de pie, sentado o acostado, se permite que la respiración se normalice, que el sistema nervioso se regule y que la mente reconozca lo que acaba de suceder. Este sencillo gesto transforma una secuencia común en una experiencia consciente.

El silencio como postura interna

Más allá de lo físico, el silencio entre asanas es una actitud mental. Es la decisión de no correr, de no llenar todos los huecos de la práctica con expectativas o con la ansiedad de llegar a una postura concreta. Practicar yoga es, en esencia, aprender a habitar esos vacíos.

Porque en ellos aparece la conciencia plena, la verdadera escucha.

Cuando te detienes entre una postura y otra, te das cuenta de cómo respiras, de qué partes del cuerpo quedaron activadas, de cuáles necesitan descanso. Puedes reconocer si tu mente está presente o si se ha dispersado, y tienes la posibilidad de recuperarla. Este silencio no se impone, se permite. No se fuerza, se invita.

El cuerpo también necesita pausas

Desde lo físico, el cuerpo agradece esos momentos de transición consciente. Las posturas generan efectos que, si se encadenan sin pausa, pueden acumular tensión en zonas sensibles. Parar, aunque sea un par de respiraciones, permite reorganizar la alineación, soltar partes innecesariamente tensas y evitar compensaciones que a la larga se traducen en molestias.

Además, en esos espacios se ajusta el ritmo de la práctica. Se evita que se vuelva una sucesión mecánica de movimientos y se le devuelve su cualidad meditativa, su tempo natural.

El valor de la no acción

En la cultura actual, profundamente productivista, valoramos más el hacer que el ser. En yoga se cuela esa lógica muchas veces: querer hacer más posturas, sostenerlas más tiempo, practicar más días. Pero el verdadero aprendizaje ocurre cuando entiendes que no todo es hacer. Que en el no hacer también se practica.

Los silencios entre asanas son pequeños recordatorios de que no todo sucede en el esfuerzo.

Que en el descanso, en el dejar de empujar, se abren espacios de comprensión y de presencia profunda. Son instantes de rendición lúcida, donde la quietud se convierte en una postura interna.

La respiración como guía

Una forma de habitar esos silencios es llevando atención a la respiración. Observar cómo se acomoda después de una postura exigente o cómo se amplía luego de una apertura torácica, permite integrar la experiencia desde adentro. La respiración se convierte en un ancla, en un puente entre una forma y otra, entre un estado interno y el siguiente.

Cada inhalación y cada exhalación cuentan una historia distinta después de cada asana. Escuchar ese relato sutil es parte del arte de practicar yoga de verdad, no solo de ejecutar secuencias.

Llevarlo fuera de la esterilla

Quizá el mayor aprendizaje de los silencios entre posturas es que te preparan para habitar también los huecos de la vida. Esos momentos donde no estás haciendo nada productivo, donde parece que nada ocurre, pero en realidad todo se acomoda. Aprender a estar cómodo en el no-hacer, en la espera consciente, es una herramienta invaluable.

La práctica de yoga enseña que la vida, como una secuencia de asanas, no es solo la sucesión de momentos importantes, sino también los intermedios. Y que ahí, en esos espacios silenciosos, muchas veces reside la mayor claridad.

Practicar el silencio

Por eso, la próxima vez que practiques, haz la prueba: quédate un par de respiraciones entre cada postura. Observa sin prisa qué sucede en tu cuerpo, en tu respiración, en tu mente. Nota si aparece la incomodidad del vacío o si puedes disfrutar ese instante sin hacer nada.

Verás que la práctica gana profundidad, que cada postura se vuelve más significativa y que tú, sin darte cuenta, empiezas a habitar con mayor conciencia no solo tu cuerpo, sino también tu vida.


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