El Arte de Contraposturas: Cómo Cerrar una Secuencia de Forma Saludable

La importancia olvidada de las contraposturas
Si hay un aspecto que a menudo se pasa por alto en las clases de yoga, sobre todo cuando la práctica se centra en la intensidad o en la secuencia física, es el papel vital de las contraposturas. Y sin embargo, entender el arte de las contraposturas es comprender uno de los principios más antiguos y sensatos del yoga: el equilibrio. Cada movimiento, cada dirección, cada expansión necesita su momento de recogida. No se trata solo de estirar hacia el lado contrario, sino de devolver al cuerpo su neutralidad, permitirle integrar lo que ha sucedido y ofrecerle una transición respetuosa hacia el descanso.
Hablar de cómo cerrar una secuencia de forma saludable es hablar de cuidado. Porque una práctica bien diseñada no termina con la última postura exigente, sino que cuida el desenlace con el mismo respeto que cuida la apertura. Las contraposturas son ese espacio de tregua que invita al cuerpo a regresar, a regularse y a asentarse antes de entrar en la quietud de Savasana.
¿Qué es exactamente una contrapostura?
Más allá de una definición técnica, una contrapostura es una asana o gesto que compensa, equilibra y suaviza los efectos físicos, respiratorios y energéticos de la postura anterior. Si una secuencia incluye una fuerte extensión de columna, la contrapostura invitará a una suave flexión; si predominan las torsiones hacia un lado, la contrapostura neutraliza o equilibra en la dirección opuesta.
Pero no es solo cuestión de dirección o forma. La verdadera función de una contrapostura está en ofrecer una transición consciente que devuelva al cuerpo a su eje natural, regule la respiración y permita que el sistema nervioso no quede alterado tras el esfuerzo.
Contraposturas que no son una regla fija
A veces se piensa que tras una flexión debe venir una extensión, o que después de una invertida conviene una postura de descanso. Y aunque estas indicaciones generales son útiles, no existen normas rígidas. Cada cuerpo, cada persona y cada práctica requieren una lectura atenta de lo que sucede en ese momento.
Una contrapostura puede ser incluso quedarse sentado respirando, soltando el esfuerzo sin cambiar de postura inmediatamente. Puede ser una torsión suave tras un backbend intenso, o puede ser simplemente rodillas al pecho después de un puente. El criterio no es estético, sino funcional y sensible: qué necesita el cuerpo para salir de lo que ha hecho sin sobresaltos.
El equilibrio interno más allá de la anatomía
Lo interesante de las contraposturas no es solo su función biomecánica, sino su efecto emocional y mental. Muchas veces, las posturas de apertura despiertan emociones, memorias o tensiones profundas. Una buena contrapostura no solo equilibra músculos y fascias, sino que ayuda a que la práctica no deje secuelas emocionales de desbordamiento.
Hay posturas como Balasana (postura del niño) que más allá de estirar la columna, invitan al recogimiento y a la escucha. O torsiones suaves en el suelo que masajean los órganos y cierran los tejidos antes del descanso. Es en estos gestos donde la práctica encuentra su verdadero final, no abrupto, sino cuidado.
Cómo cerrar una práctica respetuosa
Pensar en cómo cerrar una secuencia de yoga de forma saludable es un acto de honestidad y ternura hacia el propio cuerpo. No importa cuánto hayas hecho antes, sino cómo decides terminar. Porque un final sin contraposturas es como una conversación intensa que se corta de golpe sin despedida. El cuerpo merece esa despedida.
Una buena secuencia debería dejar espacio para ese momento de equilibrio. Para suavizar la respiración, para devolver a la columna su longitud natural, para calmar el ritmo interno. Y para prepararte para Savasana no desde la exaltación, sino desde el sosiego.
La pedagogía de enseñar a cerrar
Como docentes, es importante no dejar que la música, el tiempo de la clase o la ansiedad de los alumnos por “llegar a lo último” borren el valor de las contraposturas. Es un momento didáctico, terapéutico y casi íntimo, donde cada practicante puede observar su cuerpo desde otro lugar.
Cerrar una secuencia no es un trámite. Es una oportunidad para integrar todo lo que se ha movido. Para devolver orden a los tejidos, para calmar la energía activa y para preparar el cuerpo para el descanso final. Cuando se entiende así, las contraposturas dejan de ser una fórmula y se convierten en un arte.
Lo que enseña una buena contrapostura
Más allá del efecto inmediato, las contraposturas enseñan a no vivir desde los extremos. A comprender que después del esfuerzo debe venir el descanso, después de la expansión, la contención. Nos recuerdan que el equilibrio no se logra sosteniendo siempre la tensión, sino sabiendo aflojar en el momento adecuado.
Como todo en yoga, no es cuestión de hacerlo perfecto, sino de estar presente en ese pequeño puente entre lo intenso y lo suave. Y desde ahí, cerrar la práctica con la conciencia de haber cuidado no solo la forma, sino también el fondo.
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