Cómo usar bloques en yoga de forma consciente. Lejos de ser una trampa, son un apoyo real para cuidar tu cuerpo, mejorar tu alineación y profundizar tu práctica con respeto.

El bloque como aliado en la práctica
Uno de los prejuicios más comunes en el yoga es pensar que usar accesorios como los bloques es “hacer trampa” o demostrar poca capacidad. Sin embargo, en la tradición del yoga, el verdadero avance no está en forzar el cuerpo más allá de sus límites, sino en cultivar una práctica consciente, sostenible y respetuosa. Los bloques no son una señal de debilidad, son una herramienta para escuchar mejor al cuerpo y crear el espacio necesario para que la postura cumpla su propósito.
Los bloques en yoga cumplen un rol fundamental: acercar el suelo a ti, dar soporte en el alineamiento y ayudarte a descubrir la postura desde un lugar de estabilidad. Al igual que la respiración, son una base para explorar lo que tu cuerpo necesita en cada momento, sin exigencias innecesarias.
Una práctica inteligente y compasiva
Usar un bloque en una postura como Trikonasana (el triángulo) no significa que “no llegues” al suelo, significa que eliges cuidar la alineación de tu columna y evitar comprimir el pecho o hundir el hombro. En Ardha Chandrasana (la media luna), un bloque bajo la mano te permite abrir más el torso y sostener el equilibrio con calma. Y en Balasana (postura del niño), colocar un bloque bajo la frente puede generar una sensación profunda de descanso y seguridad.
Estos pequeños ajustes son una muestra de sabiduría y autoconocimiento. El yoga no busca que todos los cuerpos se vean iguales en la esterilla, sino que cada persona encuentre el camino para que la práctica sea accesible, beneficiosa y respetuosa con sus particularidades.
Bloques como recordatorio de humildad
A menudo, el ego quiere empujarnos a demostrar que podemos “llegar más abajo” o “aguantar más tiempo”. El bloque nos recuerda que no necesitamos forzar para estar presentes. En realidad, su presencia invita a cultivar Ahimsa, el principio de no violencia, aplicado a nuestra relación con el propio cuerpo.
Aceptar el bloque es también aceptar que la práctica no es un escenario de competencia, sino un laboratorio íntimo de escucha. En este sentido, los bloques nos devuelven a la esencia del yoga: la unión entre cuerpo, mente y respiración, sin comparaciones ni expectativas.
Más allá de la esterilla
El aprendizaje con los bloques trasciende lo físico. Nos enseñan que pedir apoyo no es una debilidad, sino una fortaleza. Que acercar algo hacia nosotros en lugar de estirarnos hasta el límite es un gesto de cuidado, no de resignación. Lo mismo ocurre en la vida: cuando aceptamos sostén —ya sea en forma de descanso, compañía o guía—, generamos las condiciones para crecer de manera más estable.
¿cuántas veces forzamos demasiado por no querer “usar apoyos”? ¿Cuántas veces confundimos exigencia con autenticidad?
Un camino más auténtico
Los bloques en yoga no son muletas ni trampas, son puentes hacia una práctica más consciente, accesible y honesta. Al integrarlos en tu práctica, reconoces que el verdadero progreso no se mide en centímetros ni en posturas perfectas, sino en tu capacidad de habitar el presente con respeto y atención.
La próxima vez que tomes un bloque en tus manos, recuerda que lo haces para crear espacio, para cuidar tu cuerpo y para honrar el principio más profundo del yoga: practicar con presencia y sin violencia. Porque el apoyo no te aleja del camino, te acerca más a él.
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